Las Caderechas en la ‘Guerra de la Independencia’ (1808–1814)
Como el resto de Burgos, el valle de Caderechas se vio involucrado en una guerra de ocupación insólita. Localidades como Oña y Poza sufrieron las consecuencias directas de los combates, mientras que otras como Herrera, Salas y -sobre todo- Cantabrana adquirieron un protagonismo insospechado.
INDICE
1. Ocupación francesa
2. Acciones bélicas y movimientos de tropas
3. Ejércitos de campaña
4. Guerrilla y guerrilleros
5. Suministro y alojamiento de las tropas
6. Cantabrana y el ‘4º Batallón de Iberia’
7. Poza de la Sal y La Bureba
8. Fin de la guerra
La presencia de tropas francesas en la provincia de Burgos se remonta a finales del año 1807, al amparo de la denominada Guerra Peninsular y del Tratado de Fontainebleau, por el cual la España del monarca Calos IV y la Francia del emperador Napoleón I hacían frente común en su lucha contra Gran Bretaña y planificaban la invasión de Portugal, tradicional aliada anglosajona en el sur de Europa.
1. Ocupación francesa
En este contexto se explica que antes de los trascendentales sucesos de ‘mayo de 1808’ estuviera ya establecida en Burgos una fuerte guarnición, asentada tanto en la ciudad como en el castillo.
Se aseguraba de esta manera el dominio francés sobre el enclave y el estratégico control del corredor ‘Irún-Vitoria-Burgos-Valladolid-Olmedo-Madrid’ (o Camino Real de Postas, de Bayona a Madrid) y los secundarios itinerarios: ‘Burgos-Lerma-Aranda-Madrid’ y ‘Burgos-Valladolid-Salamanca-Almeida’.
La inicial presencia francesa se convirtió en dominio férreo, a partir del repliegue defensivo del ejército imperial y la entrada en escena de Napoleón Bonaparte en persona, con las victorias francesas en las simultáneas batallas de Gamonal y de Espinosa de los Monteros (10 y 11 de noviembre de 1808).
El 4 de diciembre, tras una breve campaña, las tropas francesas hacían su entrada triunfal en la capital del reino. Madrid había caído en manos del emperador.
Durante la ‘Guerra de la Independencia’ no conviene hablar de frentes o de zonas ocupadas. En general, las ciudades y pueblos importantes estaban controlados por destacamentos franceses, mientras que las zonas rurales pertenecían -en mayor medida- a las fuerzas de resistencia.
A partir de ese momento y hasta su definitiva liberación, en junio de 1813, la provincia de Burgos se convirtió en un permanente campo de batalla, a través de la cual se movieron los distintos ejércitos beligerantes, tanto francés como español, inglés y portugués.
A la acción de éstos había que añadir el incesante atosigamiento y desgaste permanente ejercido por los distintos cuerpos guerrilleros que se repartían por la geografía de la (actual) provincia de Burgos.
2. Acciones bélicas y movimientos de tropas
En las tierras del Noroeste burgalés se puede decir que no se produjeron grandes acciones bélicas. Por el contrario, el paso de batallones y formaciones de los distintos ejércitos provocó pequeñas batallas en forma de escaramuzas, hostigamientos y ataques por sorpresa.
Así mismo, se produjo la toma de algunas plazas o puestos (más o menos) fortificados y la destrucción de infraestructuras que dificultaban la marcha del enemigo. Se trataba de una “guerra total”, un nuevo tipo de lucha desconocida hasta ese momento.
Durante la ocupación, se mantuvo entre la población local una permanente animadversión contra el invasor. En ella, muchos civiles (y religiosos) engrosaron las filas guerrilleras, infringiendo un asedio continuo que dificultaba la provisión de víveres e interceptaba gran parte de los correos franceses.
En este contexto, debido a su situación estratégica de comunicación Norte-Sur y de la cercanía al ‘Camino Real ’, la villa de Oña se convirtió en enclave de enfrentamiento habitual, siendo dispersada la comunidad benedictina y saqueadas las dependencias religiosas.
A pesar de las reticencias de los pueblos del entorno, la preciada botica del monasterio de ‘San Salvador’ fue trasladada a la retaguardia, evitando su pérdida y situándola (a salvo) en la localidad de Nofuentes.
No lejos de allí, en Poza de la Sal se re-construyó el castillo de los ‘Rojas’ (1808) con el fin de albergar una guarnición permanente que salvaguardase la explotación de las salinas. Así, la ‘División de Iberia’ del ejército español mantuvo bajo su control los tres principales centros salineros: Añana, Rosío y Poza; y con ellos su producción y rentas.
Por el contrario, en la ofensiva francesa de junio de 1808, liderada por el mismísimo Napoleón, la villa y los fuertes de Pancorbo: Santa Engracia y Santa María (situados a ambos lados del desfiladero); cayeron en manos imperiales, custodiando el ‘Camino Real’ y protegiendo la también ocupada villa de Miranda de Ebro.
3. Ejércitos de campaña
El ‘Ejército Real’ español de finales del siglo XVIII y principios del siguiente presentaba una organización “anticuada”, heredada de los modelos prusianos; con un número desproporcionado de altos mandos y una acuciante carestía de oficiales cualificados y mandos subalternos.
Los ‘Ejércitos’ de la época se formaban por agregación de distintas ‘Divisiones’ de infantería, apoyadas por unidades de caballería y artillería, bajo un mando único. Los ejércitos españoles disponían de menos efectivos y un armamento inferior al del enemigo.
A pesar de las dificultades de reclutamiento y equipamiento a las que tenían que hacer frente, en el verano de 1808, se lograron constituir 8 ejércitos principales que recibieron el nombre de sus zonas de despliegue.
Posteriormente, en noviembre de 1810, se llevó a cabo una re-estructuración y dividió (nuevamente) el reino en 6 demarcaciones territoriales, con un ejército asignado a cada una de ellas:
- ‘1º Ejército’ → Cataluña.
- ‘2º Ejército’ → Aragón y Valencia.
- ‘3º Ejército’ → Murcia.
- ‘4º Ejército’ → Cádiz, Niebla y Ronda.
- ‘5º Ejército’ → Extremadura.
- ‘6º Ejército’ → Galicia, León y Asturias.
Mediante Real Orden, del 20 de febrero de 1811, se añadió a los anteriores un ‘7º Ejército’ que comprendía las provincias de: Navarra, Guipúzcoa, Vizcaya, Álava, Santander y el Norte de Burgos (hasta la margen izquierda del Ebro). Al frente del mismo se nombró al experimentado general Gabriel de Mendizábal Iraeta.
Los objetivos de este ‘7º Ejército’, constituido por unos 18.000 efectivos, fueron principalmente: cortar las comunicaciones con Francia, impedir el envío de refuerzos al ejército francés de Portugal y proteger la recogida de la cosecha en los pueblos.
Frente a éstos, las tropas imperiales francesas estaban encabezadas por la ‘Grande Armée’, cuerpo de élite de Napoleón, al que sólo podía accederse tras superar una serie de estrictos requisitos militares y físicos.
Para combatir y contrarrestar las acciones del nuevo ‘7º Ejército’ hispano, un decreto imperial unificó los diversos gobiernos militares en que se había dividido la costa cantábrica y los valles del Ebro y Duero; formando el denominado ‘Ejército del Norte’ francés, con un total de 70.000 efectivos bajo su mando.
Entre los militares españoles que adquirieron protagonismo e intervinieron durante la contienda en el área Norte de la provincia de Burgos, debemos destacar las figuras de los siguientes mandos del ejército:
- Gabriel de Mendizábal Iraeta: mariscal y después general, actuó también como coordinador de las ‘guerrillas’ en el sector Norte de la provincia. Natural de Vergara (Guipúzcoa), en 1808 era brigadier del ejército español y en 1809 mariscal de campo. Ese mismo año fue premiado con el título de Conde de Alba de Tormes por sus méritos en batalla. En 1811 fue nombrado general en jefe del ‘7º Ejército’ y (por ende) de la ‘División de Iberia’. Con la reorganización de Wellington de finales de 1812, le fue confiado el mando del ‘Ala Izquierda’ del recién agrupado ‘4º Ejército’, con operaciones en Navarra, País Vasco, Cantabria, La Rioja y Burgos.
- Francisco Tomás de “Longa” Anchía: nacido en Mallavia (Vizcaya), sus actividades guerrilleras se desarrollaron principalmente por tierras alavesas y del Norte de Burgos. En 1811, con el rango ya de coronel del ejército español, fue nombrado comandante en jefe de la ‘División de Iberia’, bajo las órdenes del susodicho General Gabriel de Mendizábal. En abril de 1812 actuó al frente de ésta en distintas operaciones, como en Sasamón, Cubo de Bureba, Pancorbo, La Puebla de Arganzón, Miranda de Ebro y en el valle de Sedano.
- Pedro Pérez de Albéniz: originario de San Millán de Larrea (cercano a Vitoria), empezó su actividad destacada en 1808 bajo el mando de Francisco de “Longa”, con el que se le reconoció su valor como ‘soldado distinguido’. A partir de mayo de 1812, se hizo cargo del ‘4º Batallón’ de la ‘División de Iberia’, con el rango de coronel que mantuvo hasta el final de la contienda. Como militar intervino en 89 acciones y la toma de 8 plazas, como las de Cubo de Bureba y Poza de la Sal; en esta última ejerció también funciones de gobernador de la villa salinera (año 1810).
4. Guerrilla y guerrilleros
La ‘guerrilla’ es -junto al ejército regular- el otro gran protagonista de la ‘Guerra de la Independencia’. A comienzos de 1810, los guerrilleros campaban a sus anchas y hacían difícil la vida de las distintas guarniciones francesas, diseminadas por los pueblos de la provincia.
De forma que la ‘guerrilla’ suponía una amenaza permanente, produciendo (en el enemigo) la angustia de ser atacados constantemente por un ejército invisible e impredecible.
La ‘Junta Central del Reino’, mediante instrucción emitida en 1809, asignaba los siguientes objetivos guerrilleros:
“Evitar la llegada de substancias, hacerles difícil vivir en el país, destruir sus depósitos, fatigarlos con armas continuas, sugerir toda clase de rumores contrarios; en fin, hacerles todo el mal posible.”
Son varios los guerrilleros que se movieron -de forma preferente- por el Noroeste burgalés; actuando de manera coordinada, en vez de proceder de manera autónoma y desorganizada (como bien cabría suponer). Hasta el punto de que las fuerzas guerrilleras fueron -finalmente- englobadas en las divisiones de Vanguardia del propio ejército regular.
Entre todos los guerrilleros que actuaron en este sector cabe destacar las siguientes figuras, alguna de las cuales alcanzaron el grado de celebridad y desde entonces forman parte del imaginario popular:
- Juan López Campillo: con cuartel general en Potes, se movía por los alrededores del puerto del Escudo.
- Santos Padilla: sus actividades guerrilleras las desarrollaba por Palencia y el Oeste de Burgos.
- Juan Díaz Porlier o “Marquesito”: actuaba también en la misma zona de las provincia de Burgos y Palencia.
- Eugenio Salcedo o “Pinto”: lo hacía por la llanada alavesa.
- Jerónimo Merino o “Cura Merino”: natural de Villoviado (Burgos), localidad cercana a Lerma, fue párroco y durante la ocupación francesa se convirtió en uno de los más prestigiosos guerrilleros. Su primera gran hazaña se produce en 1809 cuando rindió el palacio de Lerma. Su ámbito de actuación fueron principalmente las provincias de Valladolid y Burgos. En 1811 funda el ‘Regimiento de Arlanza’ y el ‘Regimiento de Húsares de Burgos’. Consiguió victorias señaladas en Roa, Quintanar de la Sierra y Hontoria del Pinar. En 1814 alcanzó el grado de general y el cargo de gobernador militar de la ciudad de Burgos. Una vez acabada la guerra renunció a sus honores militares y volvió a sus labores anteriores de cura.
- Francisco Salazar: fue sacerdote jesuita, quien tras la supresión
de las órdenes religiosas se lanzó a la ‘guerrilla’. Actuó generalmente
en las comarcas de Alto Campoo y La Bureba. Se le documenta también en el ataque a Sasamón y en las acciones guerrilleras de Melgar de Fernamental y Santibáñez de Zarzaguda. En 1811 ascendió a coronel y a las órdenes del “Cura Merino” dirigió la ‘Brigada de Infantería Bureba’ (900 hombres) y los ‘Lanceros de la Bureba’ (120 hombres). En noviembre de 1812, capitaneaba 1.300 hombres de infantería y 500 efectivos de caballería. Tenía su refugio entre la frondosidad del valle de Caderechas.
5. Suministro y alojamiento de las tropas
Tanto los ejércitos combatientes como las ‘guerrillas’ vivían del territorio que ocupaban, de forma que, para el suministro de raciones de comida y el aporte de caballos, bueyes y carros para el transporte, se hacían imprescindibles las contribuciones de los pueblos del mismo territorio.
En general, ¼ parte del producto de la cosecha de trigo en cada pueblo se computaba en concepto de aportación obligatoria, así como ⅓ de la cebada (previa deducción de los diezmos). Mientras, el remanente hasta el cumplimiento del ‘cupo fiscal’ podía exigirse en dinero o en efectos para las tropas.
Las ‘columnas volantes’ de los ejércitos se encargaban de efectuar su recogida, de manera que si un pueblo no pagaba, estaba autorizado el saqueo e incendio del mismo. Tal y como se repitió en distintas localidades de La Bureba, como: Penches, Pino, Oña, Cornudilla, Tamayo y en otros pueblos de Las Caderechas.
Para el alojamiento de tropas se aprovechaban, como cuarteles improvisados, todos aquellos recintos que por su amplitud podían servir a tal efecto, como: iglesias, monasterios o conventos.
Hay que añadir que las parroquias guardaban en sus archivos libros (como los de ‘Tazmías’) con información relevante sobre los contribuyentes de cada lugar, pudiendo exigir a cada uno su correspondiente aportación.
Los ‘libros de tazmías’ eran relaciones de vecinos obligados a pagar los ‘diezmos’ a sus parroquias. Las instituciones religiosas tenían derecho a cobrar la décima parte de las cosechas o beneficios comerciales, para lo cual elaboraban tablas donde recogían la producción y los pagos.
En los pueblos en los que se hacía alto para descansar se entregaba, a cada soldado, la llamada “boleta de alojamiento”. Se trataba de un (simple) número con el que se sorteaban las casas para el hospedaje de la soldadesca. Los suboficiales no entraban en el sorteo y elegían en primer lugar, mientras los oficiales se acomodaban directamente en las casas más nobles.
El alojamiento de la tropa era obligatorio, debiendo proporcionar: una cama por cada dos soldados, una mesa para comer, provisión de sal, vinagre para el descanso de los pies y asiento junto al fuego. Los vecinos podían evitar el alojamiento, mediante el pago de una exención que podía llegar a los 2 maravedíes.
Las localidades, no sólo debían de alojar a la tropa y facilitar los medios materiales para su sustento, se las requería también que proveyesen de hombres hábiles para el combate (entre los 15 y 40 años), mediante la recluta voluntaria o bien recurriendo a la leva forzosa.
Esta circunstancia generaba frecuentes altercados de orden público, como el acaecido en la villa de Salas de Bureba, el 29 de agosto de 1812. Aquí los jóvenes que iban a ser reclutados se amotinaron y prendieron fuego a una de las casas de la localidad.
6. Cantabrana y el ‘4º Batallón de Iberia’
A finales de 1812, se llevó a cabo la última re-estructuración del ‘Ejército Real’ español, de manera que los antiguos ejércitos (5º, 6º y 7º) se agruparon y englobaron dentro del nuevo: ‘4º Ejército’. Esta gran fuerza de unos 40.000 hombres se subdividió en tres cuerpos o Alas (Derecha, Centro e Izquierda).
Cada una de las Alas del nuevo ejército quedó (a su vez) conformada por distintas Divisiones. Así, el ‘Ala Izquierda’ del ‘4º Ejército’ estuvo constituida por la ‘6ª División’ o ‘División de Iberia’, entre otras.
La formación de la ‘División de Iberia’ se remonta a mediados de 1810, cuando el Coronel Francisco de “Longa” reunió a las fuerzas dispersas, que operaban por el sector cantábrico, uniéndolas a las tropas recién reclutadas en: Santander, (Oeste de) Logroño, (Norte de) Burgos y las provincias vascongadas.
Los batallones 1º y 2º de esta división se constituyeron en Medina de Pomar y el 3º se completó con reclutas procedentes de La Bureba. El ‘4º Batallón’ se formó en la villa de Cantabrana (mayo de 1812), por orden del General Mendizábal. Compuesto por un número de 1.200 efectivos, al frente del este batallón se nombró al coronel, Pedro Pérez de Albéniz.
La elección de Cantabrana como centro de reclutamiento del ‘4º Batallón’ (de la ‘División de Iberia’) debe de achacarse tanto a la entidad y prosperidad de la localidad como a la buena defensa del enclave frente a un posible ataque del enemigo.
El territorio de actuación de la ‘División de Iberia’ y de su ‘4º Batallón’ se extendió a lo largo de todo el Norte de la provincia, actuando por los valles de: Losa, Mena, Tobalina, Valdegovía, Zamanzas, Valdeporres, Valdivielso, Sedano, La Bureba y Las Caderechas; además de las localidades de: Orduña, Espinosa de los Monteros, Soncillo, Tozo, Villarcayo, Medina de Pomar, Frías y Poza de la Sal.
7. Poza de la Sal y La Bureba
La extracción y almacenaje de la sal demostró (nuevamente) su importancia estratégica en este momento particular de la historia. Razón por la cual, la Junta Provincial de Burgos decidió mantener un destacamento permanente en la villa, protegiendo y garantizando el suministro, nombrando (a tal efecto) un gobernador: D. Pedro de Albéniz.
Así mismo, resolvió eximir del reclutamiento obligatorio a los vecinos de Poza de la Sal en “edad de servicio”, con el fin de no frenar el ritmo de explotación de las salinas.
La importancia de la extracción de la ‘sal’ radicaba en las múltiples aplicaciones que tenía el mineral, tanto como suplemento alimenticio como por sus (conocidas) cualidades como conservante y -sobre todo- por el uso como moneda habitual de intercambio.
Durante la ‘Guerra de la Independencia’ las tropas recibían una asignación de sal de unos 500 gramos por soldado al mes, además de otras provisiones indispensables como: pan, carne, vino, cereal, arroz o legumbre, menestra y aceite; así como leña, paja y vinagre.
En febrero de 1813, la comarca de La Bureba vivió su episodio bélico más significativo. Éste tuvo al pueblo de Poza como escenario de la confrontación, entre la división española del Coronel Longa y las tropas napoleónicas de la división del General Palombini.
En su retirada hacia Vitoria, el ‘Ejército del Norte’ galo decidió aprovisionarse en La Bureba y proveer adecuadamente a las guarniciones que (aún) ocupaban las plazas de: Briviesca, Pancorbo y Miranda.
Con este propósito, la división francesa -compuesta por 2.200 efectivos de soldados italianos- tomó como base de operaciones la villa de Poza de la Sal, desde donde se enviaron numerosas columnas a los pueblos de La Bureba, tales como: Rojas, Hermosilla, Los Barrios, etc.
Mientras se producía estos hechos, la ‘División de Iberia’ de Longa observaba “al acecho” y esperaba la ocasión de atacar e infringir un golpe letal al enemigo.
Éste se produjo en la noche, del 10 al 11 de febrero, cuando la mayor parte de la división francesa se encontraba ausente y el destacamento, acantonado en Poza, era de tan sólo 500 efectivos.
En una doble maniobra conjunta, desde el páramo y desde el camino de Oña, 3.000 soldados españoles de la ‘Divisiones de Iberia’ y de los batallones 1º y 3º de la ‘División de Vizcaya’, atacaron por sorpresa y cogieron al enemigo desprevenido. Éste huyó despavorido y -por fortuna para sus intereses- logró re-agruparse a las afueras de la localidad.
Desde esa sosegada posición, una vez recibida la ayuda de las columnas de aprovisionamiento enviadas (anteriormente) por las inmediaciones, los soldados ítalo-franceses organizaron un contraataque que se alargó durante horas. Finalmente, el Coronel Longa ordenó a sus tropas retirarse, de manera que los imperiales entraron nuevamente en la plaza fuerte.
Una jornada más tarde, el 12 de febrero, la división napoleónica del General Palombini abandonó Poza de manera definitiva, poniendo rumbo a Santo Domingo de la Calzada.
Posteriormente, se sucedieron otras acciones menores, como la del capitán austriaco Florián y su cuerpo de ‘Cazadores de Zamora’. El 10 de abril de 1813, éstos volvieron a atacar la plaza de Poza de la Sal, consiguiendo la captura de unos pocos prisioneros españoles.
Durante la noche siguiente, el mismo grupo realizó una expedición sobre Herrera de Valdivielso, apresando a la guardia y destruyendo un almacén con distintos pertrechos y municiones que la ‘División de Iberia’ tenía emplazado en esta localidad caderechana.
8. Fin de la guerra
Cuando en verano de 1813 -tras la batalla de Vitoria- el ejército invasor se retiró de manera definitiva y abandonó el solar peninsular, la mayor parte de la provincia de Burgos (como tantas otras, durante la contienda) había quedado parcialmente despoblada y en un grado, de postración social y económica, tan acusado que tardaría muchas décadas en recuperarse.
La España resultante de la ‘Guerra de la Independencia’ abrió un nuevo período social y político de inestabilidad que se prolongó durante todo o (al menos) gran parte del siglo XIX.
En ese tiempo, la nación se debatió violentamente entre los partidarios de acoger las nuevas ideas liberales, emanadas de la Revolución Francesa (1789) y extendidas durante las Guerras Napoleónicas (1799–1815); o hacerlo entre aquellos otros, inclinados a retomar el “status quo” del Antiguo Régimen y las viejas costumbres absolutistas, pre-revolucionarias.
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Enlaces de interés:
- 📷 Álbum fotográfico >> “Wellington ad Portas” (Flickr).
- 🧭 Portal de Turismo del Valle de las Caderechas. Web >> www.valledecaderechas.com
Fuentes:
“La Villa de Cantabrana S. XVIII-XIX y el 4º Batallón de Iberia-1812”, Molina Toledo, Rafael. Cantabrana — 2016.
“La Guerra de la Independencia en la comarca del noroeste burgalés”, Rilova Pérez, Isaac. B.I.F.G. (2013/1), Burgos — Año 92, n. 246 (p. 49–78).
“El combate de Poza”, Urcelay, Javier. Editorial DosSoles, Burgos — 2008.
“Un guerrillero vizcaíno en el norte de la provincia de Burgos (1808–1814)”, González Echegaray, Carlos — B.I.F.G. (1984/1), Burgos — Año 63, n. 202 (p. 101–124).