El ‘chacolí’ de la Bureba y Caderechas (Parte I)
El cultivo de la vid y la elaboración de vino forman parte de la cultura ibérica. En el Norte de la provincia de Burgos, se traduce en la crianza de un caldo, caracterizado por su ligereza y frescura. Se trata del tradicional ‘chacolí’ burgalés.
INDICE
1. Consideraciones sobre el chacolí
1.1 normativa del vino
1.2 definición y etimología
1.3 referencias históricas
2. Zona chacolinera de Burgos
2.1 áreas tradicionales de producción
2.2 testimonio documental
2.3 crisis fitosanitaria del siglo XIX
2.4 llegada de la filoxera
2.5 recuperación de la actividad
3. Cuidados y elaboración del chacolí
3.1 labores de la viña
3.2 vendimia
3.3 pisado y prensado
3.4 crianza del vino
3.5 trasiego y embotellado
4. Variedades y características
4.1 análisis y degustación
4.2 variedades de uva
Este artículo no pretende avivar ninguna polémica, defendiendo un origen, ni justificando los derechos de unos (u otros) a etiquetar sus productos bajo una determinada denominación. Entraríamos, entonces, en debates “estériles” que no vienen al caso.
La motivación por tratar el tema del vino ‘chacolí’ en el Norte de la provincia de Burgos se basa -única y exclusivamente- en revisar una realidad histórica y etnográfica que resulta, en ocasiones, no suficientemente conocida o adecuadamente explicada.
Sirvan, pues, estas líneas para acercar el modo de hacer de aquellos (nuestros antepasados) que encontraron, en el cultivo de la vid y la elaboración de esta singular bebida, un medio de subsistencia y un suplemento alimenticio que añadir a una dieta, ya de por sí, exigua.
1. Consideraciones sobre el chacolí
1.1 normativa del vino
El primer código general sobre el vino en España se estableció en el año 1932. Aquel primitivo ‘Estatuto del Vino’ definía el ‘chacolí’ como: «Vino obtenido de la fermentación alcohólica del zumo de las uvas que por causas meteorológicas no maduren normalmente…»; sin hacer mención alguna a su procedencia.
En 1970 se aprobó el ‘Estatuto del Vino, Viñas y Alcohol’, refiriéndose a él como «vino especial» y haciendo la siguiente descripción: «Los que proceden de uva que, por las condiciones climáticas propias de determinadas comarcas, no maduran normalmente. Su graduación alcohólica puede ser inferior a los nueve grados…».
El nuevo estatuto de 1972 y el reglamento de 1979 establecían, poco después, la graduación mínima del ‘chacolí’ en siete grados y asignaban la producción a toda la ‘región cantábrica’, limitando su uso únicamente a aquellos productores y embotelladores autorizados.
Hoy en día, la actividad se regula mediante la ‘Ley de la Viña y el Vino’ (Ley 24/2003, de 10 de julio), en la que se establecen distintos niveles de calidad y figuras de protección para los vinos españoles; con su correspondiente adaptación por cada CCAA.
Más recientemente, los diversos reglamentos de la Unión Europea han homogenizado las figuras que afectan a esta bebida y establecido distinciones claras entre:
a) ‘Vinos de Mesa’ (de rango genérico).
b) ‘Vinos de la Tierra’ (VdlT).
c) ‘Indicación Geográfica Protegida’ (IGP).
d) ‘Denominación de Origen Protegida’ (DOP).
1.2 definición y etimología
Actualmente, la RAE define el ‘chacolí’ como: «Vino ligero algo agrio que se hace en el País Vasco, en Cantabria y en Chile»; y le atribuye su origen, a partir del término en vasco: «txakolin».
Tal definición ha ido mutando con el tiempo y adaptándose a las realidades de cada momento. Así, la X edición del ‘Diccionario de la Lengua Castellana’ (1852) decía de él: «Vino agrio de poca sustancia y duración, que se hace en Vizcaya y en las costas de las montañas de Burgos...».
Aunque la versión académica sostiene que éste proviene del término en lengua vasca «txakolin(a)» (pasando después a «txakoli»), hay quien cuestiona esta teoría, aduciendo la aparición tardía del vocablo (1616) y viendo en él un barbarismo importado. Puede que tomado de las aljamas hebreas y de su forma de bendecir los alimentos: «Shehakol Nihyah…».
En castellano, por su parte, tampoco hay constancia antes de 1726, aunque en el Medievo se utilizaba la raíz «ajolí» para designar algo de carácter ácido o agrio. De esta forma, se denominaba “ajonquilla” a un tipo de manzana que presentaba esas cualidades y “ajuancarra” para otra aún más acida.
Sea como fuere, parece claro que «txakoli» o «chacolí» no son términos de gran antigüedad y tradición en ninguna de las dos lenguas. Más bien, se antoja como una denominación “vulgar”, de origen local o comarcal, que se popularizó y extendió después por toda un área geográfica.
1.3 referencias históricas
Aunque existe la convicción de que fue introducida por los romanos, la realidad es que la planta de la vid (Vitis vinifera) viajó hasta la península ibérica de la mano de fenicios y griegos (s. VIII-VI ac). Poco a poco, ésta fue siendo adoptada por las culturas indígenas y extendiéndose por el interior, hasta llegar a la costa del Cantábrico.
En efecto, este cultivo acompañó a los romanos en todas sus conquistas, imponiéndose y generalizándose allí donde el imperio se asentaba. Es por ello que los motivos relacionados con el vino son recurrentes en toda la cultura latina: vides, racimos, copas, cráteras, bacanales…
En el Norte de la provincia, nos encontramos con los sepulcros paleocristianos del “Taller de la Bureba”, datados entre los siglos IV-V de nuestra era. En ellos se representa este tipo de decoración, junto con escenas bíblicas y otros distintivos de tipo religioso.
Ya en los siglos IX y X, aparece variada documentación que acredita la existencia de viñedos y del consumo fermentado del fruto como bebida, tanto en la comarca de la Bureba como en los valles del Norte de la provincia y en la cuenca del Ebro.
Así, en el documento fundacional del monasterio de ‘San Emeterio y San Celedonio’, en Taranco (800 dc), donde es nombrada por vez primera la palabra «Castelle» (Castilla), queda constancia de haberse plantado viñas y construido lagares en el Valle de Mena:
«… allí hemos levantado desde los cimientos las iglesias antes mencionadas, hemos hecho cultivos, hemos plantado y edificado allí casas, celarios, hórreos, prensas para el vino, cuadras, huertos, molinos, manzanares, viñas y todo tipo de árboles frutales…»
Poco más tarde, el conde Diego Rodríguez “Porcelos” hizo un importante donativo al monasterio de ‘San Félix de Oca’ en Villafranca (863 dc), en el que se incluían vides situadas en Briviesca y Prádanos de Bureba. A éstas seguirían nuevas donaciones hechas en: Alcocero, Briviesca, Cellorigo, Espinosa…
En el siglo XI, Sancho “El Mayor” introdujo la regla de Cluny en la abadía de ‘San Salvador’ de Oña. Esta comunidad estuvo muy ligada al cultivo de la vid y a la producción de vinos, tal y como atestigua el embajador veneciano Andrea Navagiero, a su paso por la villa condal (1524–1526).
Por último, apuntar que en el centro geográfico de la comarca se encuentra la población de La Vid de Bureba, cuyo nombre y escudo hablan por sí mismos; mientras en el Sur, nos topamos inequívocamente también con la localidad de Quintanavides.
2. Zona chacolinera de Burgos
Como se detallará más adelante, el cultivo de la vid y la producción de ‘chacolí’ fueron prácticas ordinarias en el Norte de la provincia, tan habituales como cualquier otra, hasta el inicio de la ‘Guerra Civil’ (1936).
A partir de ese momento, experimentaron un retroceso en favor de otros cultivos con mayor rendimiento (cereal, remolacha, frutales…) que se completó con el arranque masivo de cepas, a finales de la década de los sesenta.
2.1 áreas tradicionales de producción
Para determinar la zona de producción de vino ‘chacolí’ en la provincia de Burgos, debemos incluir aquellas áreas y localidades donde (aunque de manera menor) todavía se prosigue con el cultivo de la vid y se obtiene algún caldo inspirado en los procederes tradicionales.
En otros casos, hay que conformarse con los innumerables testimonios, tanto documentales como orales, que corroboran la elaboración de vino ‘chacolí’ en el pasado. Lugares en los que, por fortuna, los más ancianos todavía conservan vivo el recuerdo.
Atendiendo pues a estos criterios, podemos distinguir cinco áreas de producción tradicional de vino ‘chacolí’ en la provincia de Burgos:
⓵ Norte de la Bureba (azul) → Poza de la Sal, Aguilar de Bureba, Briviesca, Llano de Bureba, Oña…
⓶ Valle de Caderechas (rojo) → Salas de Bureba, Cantabrana, Quintanaopio, Bentretea, Terminón…
⓷ Sur de las Merindades (verde) → Frías, Trespaderne, Merindad de Cuesta-Urria, Merindad de Valdivielso…
⓸ Valle de Mena (amarillo) → Villasana, Entrambasaguas, San Pelayo, Burceña, Concejero…
⓹ Miranda de Ebro y su alfoz (violeta) → Miranda, Santa Gadea, Ayuelas, Pancorbo, Bozoo…
2.2 testimonio documental
A mediados del siglo XIX, el (popularmente denominado) “Diccionario de Madoz” señalaba como productoras de vino «chacolí», en el Norte de la provincia, a cerca de una treintena de localidades, entre las que se encontraban:
Poza de la Sal, Lences de Bureba, Castil de Lences, Quintanabureba, Aguilar de Bureba, Llano de Bureba (Solas), Hermosilla, Cornudilla, Salas de Bureba, Terminón, Cantabrana, Oña, Trespaderne, Cillaperlata, Frías, Mijangos, Bascuñuelos, Urria, Palazuelos de Cuesta-Urria, Santa Gadea del Cid, Ircio, Ayuelas, Ameyugo, Entrambasaguas, San Pelayo de Mena, Burceña, Ordejón…
Por su parte, el mismo trabajo estadístico apuntaba de manera genérica el cultivo de «uva» o la elaboración de «vino» en otras muchas demarcaciones y poblaciones del Norte provincial, como eran los casos de:
Briviesca, Valdazo, Pino de Bureba, Las Vesgas, La Parte de Bureba, Solduengo, Los Barrios de Bureba, Terrazos, Movilla, Navas de Bureba, Arconada, Quintanilla Cabe Rojas, Padrones de Bureba, Rucandio, Castellanos de Bureba, Hozabejas, Bentretea, Herrera de Valdivielso, Miranda de Ebro, Bozoo, Pancorbo, Cerezo de Río Tirón, Partido de Villarcayo (varias), Merindad de Valdivielso (varias), Valle de Tobalina (varias), Valle de Mena (varias), Merindad de Castilla la Vieja (varias)…
2.3 crisis fitosanitaria del siglo XIX
Hasta entonces, las principales plagas que afectaban al viñedo eran: piral de la vid, polilla del racimo y araña roja. Sin embargo, durante la segunda parte de la centuria, hicieron su aparición una serie de afecciones desconocidas, de origen americano: oídio, mildiu y filoxera.
España sufrió las consecuencias un poco más tarde que Francia, de manera que pudieron ponerse en práctica ciertas soluciones allí aprendidas. El clima templado de la península colaboró también a atenuar la rápida expansión de estas enfermedades de la vid.
A pesar de ello, una de las zonas más afectadas fue el Norte de la provincia de Burgos, por disponer de condiciones menos favorables para la obtención de vinos de calidad: altitud pronunciada, temperaturas extremas, largos períodos de heladas, humedad alta…
Según estimaciones de Huetz de Lemps (2001), antes de la aparición de la filoxera, el cultivo de la vid se extendía por 1.534 hectáreas en la comarca de la Bureba, 1.200 en el ‘Partido Judicial de Villarcayo’ y de 700 en el de Miranda de Ebro.
2.4 llegada de la filoxera
De todas las plagas que se sucedieron durante este período, los mayores estragos fueron ocasionados por el insecto de la filoxera. Este pulgón atacaba y desecaba el pie de la vid, por lo que fue necesaria la “total” sustitución de las cepas autóctonas por variedades americanas (1900–1922).
Estas nuevas vides, resistentes al ataque del voraz parásito, sirvieron de base sobre las que volver a injertar las viejas variedades europeas, dando lugar a las cepas híbridas reconocibles por todo el continente.
La traumática situación vivida, disuadió a muchos pequeños agricultores de replantar con las nuevas variedades, dada la baja rentabilidad de sus explotaciones. Por contra, éstos encontraron en otros cultivos un mayor rendimiento y una menor carga de trabajo, que la siempre afanosa viña.
La mejora de los medios de transporte facilitó también la introducción de vinos de mayor calidad en los mercados de proximidad, asegurando el abastecimiento regular, desde zonas vitivinícolas cercanas como la Rioja Baja y el Sur de la provincia de Burgos.
2.5 recuperación de la actividad
En los últimos años, hemos visto una tímida recuperación del cultivo de la vid, así como el renacer de la tradición de elaborar vino en la zona chacolinera burgalesa. Este hecho no es ajeno al fenómeno de “exaltación” general de la cultura, la industria y el comercio del vino que vivimos.
Numerosos son los casos de particulares que han recuperado o continuado con la tradición, heredada de sus antepasados, de producir vino ‘chacolí’ para el consumo propio, sin albergar ninguna otra pretensión en ello.
Menos cuantiosos, aunque más mediáticos, son las iniciativas empresariales que no cejan en su empeño de comercializar vinos (y otras bebidas) con las características de los viejos ‘chacolís’, en áreas de producción tradicional como: Miranda de Ebro, Valle de Mena…
3. Cuidados y elaboración del chacolí
En ocasiones, se ha recurrido a la palabra «chacolí» como término despectivo, para referirse con ella a un subproducto del vino, aún sin madurar por completo y con independencia de su lugar de origen.
Esta acepción resulta (a lo poco) “desafortunada” por presuponer una ortodoxia en la concepción de los vinos, obviando la variedad de técnicas existentes y la aplicación selectiva de los procesos en su obtención: con o sin ‘despalillado’, mayor o menor ‘maceración’, número de ‘trasiegos’ realizados…
Así, el ‘chacolí’ debe entenderse como un vino asociado a una localización geográfica concreta y sujeto a una climatología que dificulta la maduración normal de la uva. Se obtiene con ello un vino joven, de baja graduación, con características bastante homogéneas, independientemente de las variedades de uva que se utilicen.
Aunque cada productor tiene su estilo particular de elaboración, el ‘chacolí’ se caracteriza por compartir (a modo general) un conjunto de técnicas y procesos que le confieren carácter y “personalidad”, debiendo valorarse y reconocerse en su propia media.
Éste, igual que cualquier otro vino, requiere de múltiples y variados cuidados que van, desde el trabajo de la viña y la recolección del fruto, hasta la obtención y conservación de la cosecha anual…
3.1 labores de la viña
Una vez terminada la vendimia y con el fin de favorecer la regeneración natural del terreno, el labrador recurría al mejor fertilizante orgánico que existía, el estiércol del ganado.
Más adelante, preferentemente en el mes de febrero, se hacía la poda. En ella se dejaban dos yemas en cada dedo, de los (tres o cuatro) brazos de la cepa. Los sarmientos obtenidos eran agrupados en gavillas y guardados para alimentar el fuego en los asados.
Como tratamiento para las vides se recurría el sulfato de cobre (o piedra lipe) que, una vez disuelto en agua, era utilizado como pesticida. Tras las tormentas, se sulfataba nuevamente para evitar el hongo del mildiu, que afectaba a las partes verdes de la planta.
Entorno a ‘Semana Santa’, las vides se dejaban al descubierto, aireándose y eliminando las malas hiervas, para lo cual se recurría a la ligona (o azadón). A esta práctica manual se la denominaba «cavar» y en ella se formaban grandes hileras de tierra amontonada (o pernadas). Tiempo más tarde, las zanjas debían cubrirse y el terreno allanarse nuevamente (o vinar).
Una vez brotaban los nuevos sarmientos, se daba a la cepa una mano de azufre en polvo. En el mes de agosto, cuando la uva había engordado lo suficiente, volvía a pasarse la azufradora para prevenir la «roña» provocada por el hongo del oídio.
NOTA: la dimensión del viñedo se establecía en ‘obreros de viña’ (u obradas) y reflejaba el número de cepas que un peón podía «cavar» en un día. En Burgos, esta medida abarcaba unas 120 cepas, mientras que la ‘aranzada’ se correspondía con 400 cepas.
3.2 vendimia
La recolección se iniciaba en los primeros días del mes de octubre, bien en una fecha concreta -según fuera costumbre en el lugar- o de manera previamente consensuada entre todos los vecinos. Nunca antes o después.
Con la primera luz del alba, comenzaba la recolección que congregaba en la viña (o majuelo), durante el período que duraba, a todo el paisanaje de la localidad en un ambiente distendido, cuasi festivo.
Se trataba de un trabajo completamente manual, en el que cada vendimiador portaba su cesto (o canasto) de tiras entrelazadas y el garullo (o garillo) de filo curvo, para cortar con él los racimos.
Los agricultores se ayudaban de los animales de carga para transportar los cuévanos (cestos grandes, tejidos de mimbre), repletos de fruto recién recolectado, hasta la localidad de destino e iniciar rápidamente su procesamiento.
3.3 pisado y prensado
Una vez en el lagar, los mozos pisaban las uvas y lograban el primer mosto que caía directamente a la tina (o tinaco). También llamado «flor» o «lágrima», se ayudaban para obtenerlo de la presión de sus extremidades y de grandes mazos, con los que estrujaban la fruta.
En la misma tina, el mosto entraba en fermentación y era posible observar el burbujeo del gas carbónico (CO₂), indicativo del comienzo del proceso de transformación de los azúcares simples del fruto en alcohol etílico.
Los restos sólidos se pasaban a la prensa circular (o trujal), hecha de listones de madera y reforzada por aros de hierro. Con una palanca se giraba el torno metálico, situado en la parte superior del husillo central, aplicando movimientos (en «vaivén») con el fin de correr los dientes hacia abajo.
Para lograr el prensado, se utilizaban maderos cruzados que trasladaban la presión recibida (a su vez) sobre una tapa hecha a la medida y confeccionada en ese mismo material.
En la elaboración del ‘chacolí-tinto’ y ‘clarete’, el mosto se dejaba macerar junto al hollejo (restos sólidos del pisado) durante semanas, con el fin de que adquiriese las propiedades y su color característico, antes de pasar al prensado. En caso del ‘chacolí-blanco’, se evitaba que el mosto reposase con él y pasaba directamente a las cubas.
NOTA: a diferencia de los vinos modernos, en la elaboración tradicional no se realizaba el ‘despalillado’ de la uva. Este proceso consiste en desgranar el fruto del racimo (raspón o escobajo) y retirar las hojas que le acompañan. Se evita con ello sustancias astringentes y sabores herbáceos no deseados.
3.4 crianza del vino
Valiéndose de una manguera o, primitivamente, recurriendo a pellejos de cabra, se trasladaba el mosto a las cubas (cubetas o barricas); cuidándose mucho de dejarlas completamente llenas, para evitar la entrada de aire en ellas.
Había que poner atención en limpiar bien las bocas de las cubas, retirando las «heces» que eran expulsadas desde su interior; así como, comprobar el nivel y rellenarlas cada pocos días.
Vital importancia tenía el lavado de las cubas, estando la calidad de la cosecha en juego. De lo contrario, el vino heredaba sabores rancios poco agradables al paladar. Con el tiempo, se introdujo la pajuela (o mecha) de azufre que mejoró la desinfección de las cubas.
En el ‘chacolí-blanco’ la fermentación alcohólica se realizaba en la misma cuba, mientras que en el ‘chacolí-tinto’ y ‘clarete’ ésta se producía durante la maceración previa, junto al hollejo de la uva.
Mientras duraba el proceso de fermentación, debía ventilarse mucho la bodega y cuidarse de esquivar el temido «tufo», que podía resultar perjudicial o (incluso) mortal a quien lo inhalase.
Para clarificar el caldo, cuando éste llevaba tiempo en las cubas, se le añadían ‘claras de huevo’ que, al precipitarse hacia el fondo, se llevaban consigo gran parte de las impurezas.
También podía incorporarse una palada de ‘yeso’ para reducir algo la acidez y estabilizar los sedimentos. Más adelante, se generalizó el uso de los metabisulfitos que favorecían la conservación del vino y evitaban su oxidación.
3.5 trasiego y embotellado
En el mes de diciembre, podía procederse a trasvasar las cubas: «Para San Andrés, el mosto vino es.» (se decía). Otros preferían retrasar el trasiego, impidiendo así que la última fermentación se hiciera en la botella o en el garrafón.
Esta operación, como muchas otras en el mundo agrícola, debía realizarse en “menguante” y mejor (a poder ser) durante el mismo cuarto lunar. Las tareas en la bodega, por lo general, eran ejecutadas por los hombres, bajo la suposición de que la menstruación femenina «picaba» la cosecha.
Sin embargo, eran muchos quienes evitaban trasiegos innecesarios al vino, entendiendo que -en el cambio de recipientes- el ‘chacolí’ perdía parte de la “viveza” que le hace tan característico. En ese caso, se tomaba directamente de la cuba y se consumía en jarras o en porrones.
Los que se decidían a hacerlo, no debían iniciar el descorche antes de ‘Semana Santa’, obteniendo -al abrir la botella- un chasquido semejante al que producen también el ‘vino-espumoso’ o la ‘sidra’ de la zona.
4. Variedades y características
Como hemos tratado, el ‘chacolí’ de Burgos tiene una serie de cualidades que le convierten en un vino “singular” que debe valorarse por sí mismo, al igual que sucede con otros caldos jóvenes y enverados, como los: ‘churrillos’, ‘ojos de perdiz’, ‘cigales’, ‘txakolis’, ‘ribeiros’…
4.1 análisis y degustación
Tradicionalmente, el ‘chacolí’ era un vino limpio, refrescante, algo afrutado, con marcada acidez y una espuma que se disipaba rápidamente. Su elaboración era completamente natural; a lo sumo, se le añadía una decocción de ‘manzana’ que aceleraba su fermentación.
Se trata de un vino apropiado para ser consumido “fresco” (7–10º C). En el pasado, quitaba la sed y elevaba el ánimo durante las agotadoras jornadas de trabajo. Solía disfrutarse en la (misma) bodega o alternando por las tabernas. Era indispensable en todas las celebraciones, bebiéndose de manera sosegada y distendida.
El vino ‘chacolí’ marida bien con distintos platos, como: pescados al horno, mariscos, carnes blancas, asados a la parrilla…; así como actúa de perfecto ingrediente culinario en la elaboración de: pescados, guisos, escabeches…
Entre sus principales características, destaca por ser:
- Vino joven, de año.
- Espumoso, con ligera aguja.
- Sabor fresco y afrutado, de consumo fácil.
- Presencia de aroma, pero sin buqué.
- Acidez muy alta (apenas, fermentación maloláctica).
- Tono variable, del cobrizo (de los ‘blancos’) al violáceo (de los ‘tintos’), pasando por los tonos rosados (de los ‘claretes’).
- Limpio y con brillo.
- Bajo en azúcares.
- Grado alcohólico, 7–10º (incluso, superior).
4.2 variedades de uva
El catedrático García de los Salmones (1904–1912) logró identificar 2.052 variedades, asignadas a sus correspondientes procedencias. De ellas, 1.181 han podido ser identificadas; el resto (871) se perdieron o existen dudas sobre su asignación real, por resultar variedades homónimas o sinónimas.
Actualmente, se cultivan en España 217 variedades de uva, de las cuales 34 ocupan el 95% de la superficie plantada; lo cual refleja la enorme pérdida de diversidad genética sufrida en nuestros viñedos, durante el último siglo.
Según Montoya García-Reol (2009), las variedades en el momento previo a la filoxera, en el Norte de la provincia, se repartían principalmente entre Tempranillo (50%), Cornigacho (30%) y Mazuelo (20%).
Con ellas se elaboraban distintos caldos, todos ellos indistintamente denominados: «chacolís». En función del tipo de uva, de la existencia (o ausencia) de maceración y del tiempo de la misma, se obtenían productos con cualidades de vino ‘blanco’, de vino ‘tinto’ o, bien, de ‘clarete’.
Revisando diferentes fuentes, se constata el cultivo de -al menos- las siguientes variedades de uva, en las distintas áreas chacolineras de la provincia de Burgos:
⓵ Bureba y Oña → Tempranillo, Tinta del País, Tinta de Toro, Garnacho, Negrillo… (tintas) // Tetazas, Legiruela… (blancas).
⓶ Valle de Caderechas → Tempranillo… (tinta) // Tetazas… (blanca).
⓷ Frías y Tobalina → Tinta del País… (tinta) // Albillo… (blanca).
⓸ Valle de Mena → Tinta Gorda, Tinta del País, Tinta Redonda, Tinta Ovalada… (tintas) // Folle Blanche, Blanca del País, Tetazas, Petit Courbu, Chardonnay, Sauvignon Blanc… (blancas).
⓹ Miranda de Ebro → Garnacha , Tempranillo… (tintas) // Viura, Blanca Rojal, Calegraño, Verdejo… (blancas).
Continuación
Este primera entrega se completa con la publicación de: “El ‘Chacolí’ de la Bureba y Caderechas (Parte II)”; donde se analiza -más detalladamente- el cultivo de viñedos y la elaboración de vino ‘chacolí’ en distintas localidades del Norte de la provincia, tales como:
Poza de la Sal , Aguilar de Bureba, Briviesca, Llano de Bureba, Oña… (en la Bureba), Salas de Bureba, Cantabrana, Quintanaopio… (en Caderechas), Frías, Tobalina, valle de Mena… (en Merindades), Miranda de Ebro y su entorno.
Autor:
Fuentes:
“El chacolí de Burgos. Vino heroico de la primitiva Castilla”, Arribas Briones, Pablo. Caja de Ahorros Círculo Católico de Burgos — 1989.
“Análisis histórico del viñedo en la provincia de Burgos”, Montoya García-Reol, Elena. Tesis doctoral. Madrid— 2009.
“Patrimonio cultural de la vid y el vino”, Celestino Pérez, S. y Blázquez Pérez, J. Universidad Autónoma de Madrid — 2013.
“Variedades de vid. Registro de variedades comerciales”, Chomé Fuster, Pedro Miguel. Ministerio de Agricultura P.A. — 2006
“Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar (1845–1850)”, Madoz, Pascual. Consulta >> Biblioteca Digital de Castilla y León.
Otras fuentes:
“Sepulcros paleocristianos. Taller de la Bureba”, Blog Zález — Marzo, 2015. Enlace >> zaleza.blogspot.com/2015/03
“Monasterio de Taranco - Cuna simbólica de Castilla”, Blog El Correo de las Matas— Octubre, 2015. Enlace >> elcorreodelasmatas.blogspot.com/2015/10
“Ermita de San Felices o San Félix de Oca”, Blog Historia del Condado de Castilla — Julio, 2019. Enlace >> condadodecastilla.es/ermita-de-san-felices-o-san-felix-de-oca
“Poza de la Sal en la literatura: ‘El Viaje hecho en España y Francia’, de Andrea Navagero”, Blog de Jaime Urcelay — Marzo, 2015. Enlace >> jaimeurcelay.me/2015/03/04
“La medida de las cosas”, Blog Libropasión — Enero, 2019. Enlace >> librerialibropasion.blogspot.com/2019/01
Imágenes e ilustraciones:
Intef // Internet Archive // Unsplash // Openclipart // Wikiwand…
Agradecimientos:
Al buen saber de las gentes, ¡gracias!